Tomé mi cuchillo, busqué la hendidura entre mis costillas y empecé a deslizarlo hacia dentro. Siento como el acero frío se resbala a un paso simplemente lento, hueso... rozo el hueso... es curioso la herida ya estaba ahí. Es el deseo de darle una razón, de decir, de convencerme que me duele el corazón por el cuchillo que penetra en él (pero me dolía desde hace mucho tiempo). Tal cual explorador derrepente veo por el filo del cuchillo, es como si fuera por alguna extraña razón el cuchillo tuviera ventanas, separo primero piel, grasa, vasos sanguineos, costillas, y al fondo de esa cámara... reinando un hueco que hace mucho que no llena está él: mi corazón. Débil, empequeñesido. Latiendo por inercia, por no más que el instinto de conservación que aún le queda. El filo le abre, apenas le inmuta... paso por dos o tres sueños rotos, veo como pasa por mí ese sentimiento de soledad. Sólo deseo que esto alivie la presión, que esto le de un descanso. Mi corazón exhala... ¿Será el inicio de la liberación?